Existe desde hace ya muchos
años una leyenda urbana que cuenta que: En un pequeño pueblo, alejado cien o doscientos
kilómetros del mar, se desata un incendio forestal. Luego de algunos días de
lucha de los bomberos y aviones hidrantes, el incendio es combatido. Pero
grande es la sorpresa de los pobladores que encuentran el cadáver de un
submarinista chamuscado y completamente equipado para la práctica de su deporte
con traje, mascara, aletas, tanque de aire, etc...
Nadie puede dar crédito a lo que ven sus ojos (no es para menos), y la única
explicación plausible es que el hidroavión, al llenar sus depósitos con agua de
mar para luego vaciarlos encima del incendio, ha absorbido en la maniobra al
incauto submarinista que se encontraba practicando su deporte a escasa
profundidad.
Esta historia se ha “ambientado” en varios escenarios y países distintos, pero
nunca se ha comprobado que sea verdad.
No podemos negar que es una leyenda urbana increíblemente digna para hacer una película de Hitchcock con ella, pero sin ningún tipo de base teórica que la sustente.
Hace ya unos años el cineasta Pere Portabella rodó una película titulada El pont de Varsòvia (1989). En una de las escenas más impactantes de este film lírieo y simbólico, podía verse a un submarinista calcinado en mitad de un bosque arrasado por el fuego. Su misteriosa aparición cambiaría el rumbo de las relaciones afectivas que mantenían hasta ese momento los tres personajes principales: una profesora de biología, un escritor recientemente galardonado y un director de orquesta. El cineasta asegura que leyó la historia en un periódico local y que la misma narraba la historia de un buceador encontrado en los Alpes.
Pero ya mucho antes del
estreno de esa película el mito circulaba en los clubes de buceo de Estados
Unidos, Francia y España; es decir, el origen de esta sorprendente leyenda
urbana es realmente incierto.
Ahora revisando cuales serían
las probabilidades reales de que esto sucediera, realicé una pequeña investigación
sobre el tipo de aviones que hacen estas maniobras y me encontré con lo
siguiente:
Si tomamos como referencia el modelo de avión Canadair
CL-415 y CL-215 el cual es utilizado por gran cantidad de fuerzas aéreas del
mundo para colaborar con el combate de incendios forestales podemos ver que las
boquillas por las cuales este aeroplano llena los tanques de agua son tan
pequeñas que ni siquiera el puño de una persona entraría por ellas, mucho menos
un buceador.
Muchos podrán decir, pero un buceador si entra en las bolsas que utilizan los helicópteros para llenar el agua en el mar y así si pudiese ser cierto el mito.
Estas grandes bolsas que utilizan los helicópteros
se llaman “bambi” y las estructuras de estas bolsas y las correas
que las sujetan al helicóptero no dejan espacio para que pase una persona; aún
en el caso de los bambis más grandes el diámetro del anillo superior no pasa de
los 30 centímetros.
Todos estos implementos están diseñados específicamente para evitar este tipo de accidentes, en fin, una excelente historia que estoy seguro que por muchos años seguirá circulando por internet y redes sociales.